lunes, 7 de marzo de 2016

El chocolate dulce para unos, pero muy amargo para otros







La dulzura del chocolate enmascara en ocasiones la amargura de la explotación infantil. Muchos cultivadores de cacao de África Occidental explotan sistemáticamente a los niños. Un documental televisivo muestra ahora los sucios tejemanejes que se esconden tras este negocio y qué parte de responsabilidad recae en la industria y en los consumidores.

Un niño cuesta 230 euros. En Costa de Marfil los cultivadores de cacao contemplan el tráfico de niños como la cosa más natural del mundo. “Si le decís a mi hermano cuántos necesitáis, os los puede conseguir”, asegura sin ningún tipo de escrúpulo un agricultor marfileño. Para trabajar en sus plantaciones de cacao, este hombre contrata a niños de entre 10 y 14 años procedentes de Mali y otros países vecinos.Sin embargo, su caso no es aislado. El 42% de la producción mundial de cacao procede de Costa de Marfil y pocos son los que renuncian a la rentable explotación infantil para hacer prosperar su negocio.



Las organizaciones no gubernamentales sospechaban ya desde hace algún tiempo que la industria del chocolate se beneficiaba de la esclavitud y el tráfico de niños en África Occidental. Por este motivo, el director danés decidió volar hasta el continente africano para buscar pruebas y las encontró. El resultado de su trabajo es el documental El lado oscuro del chocolate, cuyos derechos de emisión se han vendido ya a las televisiones de 18 países.“Fue terriblemente sencillo encontrar mano de obra infantil”, explica Mistrati en declaraciones a Spiegel. Para grabar el reportaje, el director viajó a África Occidental en dos ocasiones. “Estuve en 17 plantaciones diferentes de cacao y en todas ellas trabajaban niños”.

Miki Mistrati
En el reportaje se muestra cómo los traficantes de niños y los agricultores se protegen entre sí para no arruinar su jugoso negocio. En los países situados al norte de Costa de Marfil desaparecen niños a diario, explica Mistrati. Son secuestrados y transportados en autobuses y motocicletas a la frontera.
Durante el reportaje, los periodistas consiguieron liberar a uno de esos niños, Mariam, de las manos de sus secuestradores.

Mariam, de 12 años, explica ante las cámaras cómo una mujer la introdujo en un autobús en dirección a Costa de Marfil con la promesa de pagarle un sueldo por trabajar en una explotación de cacao de este país. Como Miriam, hay otros muchos niños en la misma situación. En uno de los pueblos en que tiene lugar la filmación del reportaje, han desparecido 170 menores en las últimas semanas, señala Moussa Coulibaly, un restaurador que convive a diario con el sucio negocio del tráfico de niños.
También los traficantes de niños tienen voz en el reportaje de Mistrati. “Los cultivadores de cacao nos dan dinero para que les traigamos niños a la frontera”, reconoce uno de ellos. “Es algo que hago a menudo”, añade.

En el documental no podían dejar de estar presentes tampoco las grandes industrias del chocolate. Mistrati dirige en este caso su mirada de reproche a la multinacional suiza Nestlé, que lógicamente niega la mayor. Un portavoz del consorcio alimentario niega en declaraciones a Spiegel que exista conexión alguna entre lo expuesto en el reportaje y la cadena de proveedores de Nestlé. “No hay además ninguna prueba que demuestre que las plantaciones que salen en el reportaje sean proveedoras de Nestlé”, añade.

El portavoz de Nestlé explica que la empresa se ha negado a conceder entrevista alguna a Mistrati por considerar que las condiciones de la misma eran “inaceptables”.
Desde Nestlé se reprocha a Mistrati que en su reportaje no se exploran “ni las causas de los problemas en la cadena de proveedores del cacao ni las soluciones a tales problemas”. Para atajar las dificultades, explica el portavoz de la compañía suiza, Nestlé ha puesto en marcha el denominado “Plan Cacao”, que incluye la formación de agricultores y la remodelación de la cadena de proveedores. La compañía agroalimentaria suiza prevé la inversión de 82 millones de euros durante más de diez años en este proyecto.

Sin embargo, la explotación infantil en la industria del cacao parece estar lejos de solucionarse, al menos según se desprende de las imágenes del reportaje de Mistrati. Para demostrarlo e implicar al espectador en el problema, el director danés superpone en el documental las amargas imágenes de los niños de las plantaciones de cacao de Costa de Marfil con las del opulento y saludable mundo de los productores de cacao. Y es que el objetivo último de El lado oscuro del chocolate no es sólo denunciar una situación sino recabar apoyos de la audiencia para solucionar en problema. En Dinamarca, donde el reportaje fue emitido en julio, la presión de la ciudadanía ha forzado al gobierno a aprobar un código de conducta que deben suscribir todos los productores de chocolate.

A continuacion les dejo el documental...



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